HERMES TRISMEGISTO, LA ASTROLOGÍA Y LAS ENSEÑANZAS HERMÉTICAS

Hermes Trismegisto, es el mensajero de los dioses, el sabio maestro de la antigüedad, a quien se le atribuye la Astrología, la cual estaba contenida en las enseñanzas hermenéuticas, y que en tiempo de los Faraones recibió todas estas enseñanzas de los propios Dioses. Las tres representaciones de Hermes son: el Dios Egipcio con la esfinge de cabeza de Isis, el Dios Mercurio Griego-Romano con los cascos y sandalias alados, y el joven profeta vagamente con rasgos occidentales.

Babilonia fue la cuna de la astrología. Los documentos más antiguos llegados hasta nosotros –datan de unas 4000 tablas con inscripciones astrológicas, con caracteres cuneiformes en escritura asiria o babilónica- y formaban parte de la biblioteca del rey asirio Asurbanipal (668-626 a.de C.)

Donde quiera que nos encontremos con el destino también está implicada la Astrología. Los griegos llamaban al destino Moira, y desde tiempos inmemorables era un daimon de condena y de muerte, un gran poder más viejo que el más viejo de los dioses. El concepto de Moira emerge de la visión de un cosmos ordenado e interconectado. Russell “En la Historia de la Filosofía Occidental” cita: “Gran parte de los mejores filósofos han creído en la astrología. Esto implica la creencia en un futuro predecible, en la necesidad del destino”. La filosofía griega tiene mucho que decir sobre el destino y la astrología, pero hablemos en estos momentos más de ese Gran maestro, sabio, místico, filósofo y religioso. Hermes también es el creador de la Astrología, la cual pertenecía a las Doctrinas Secretas de las enseñanzas Hermenéuticas.

Bien, en Grecia, en la época Helenística para el S.V.III a.d.C se encuentra escrito el epíteto ¨Trismegisto el 3 veces más grande¨ atribuido al Dios Griego-Egipcio. Más tarde cuando se racionalice, en parte, este Dios de la sabiduría, se revelará un mensaje de salvación y de saber cósmica, y Trismegisto se convertirá en el antiguo profeta que en tiempo de los Faraones había recibido toda esta enseñanza de los Dioses

Hermes como “hombre” es el primero; el gran iniciador del Egipto, como “Casta” es el sacerdocio depositario de las tradiciones ocultas; Como “Dios” es el planeta Mercurio asimilado con su esfera a una categoría de espíritus iniciadores divinos. En una palabra Hermes preside la región supra terrena de la iniciación celeste. En la economía espiritual del mundo, todas esas cosas están ligadas po secretas afinidades como por un hilo invisible. El nombre de Hermes es un talismán que las resume en un sonido mágico que las evoca, de ahí su prestigio.

Los griegos discípulos de los egipcios lo llamaron Hermes Trismegisto o 3 veces grande porque era considerado Rey, legislador y sacerdote. Hermes caracteriza a una época en que el sacerdocio, la magistratura y la monarquía se encontraban en un solo cuerpo celeste. La cronología egipcia de Manetón llama a esta época el reino de los dioses, no habían entonces papiros, ni escrituras fonética pero la ideografía existía, la ciencia del sacerdocio estaba inscrita en jeroglíficos sobre columnas y en los muros de las criptas. Luego, considerablemente aumentada pasa a las bibliotecas de los templos.

El libro griego con el nombre de Hermes Trimegistro, encierra ciertamente restos alterados pero infinitamente preciosos de la antigua teogonía que es de donde Moisés y Morfeo recibieron sus primeros rayos. La doctrina del fuego principio y del verbo luz, encerrada en la visión de Hermes, será como la cúspide y el centro de la iniciación egipcia. Ninguno de nuestros pensamientos, dice Hermes a sus discípulos Asclepios, puede conseguir a Dios, ni lengua alguna puede definirle; lo que es incorpóreo, invisible sin forma, no puede ser percibido por nuestros sentidos; lo que es eterno no puede ser medido por la corta regla del tiempo. Dios es pues inefable. Dios puede, es verdad, comunicar a unos elegidos la facultad de elevarse sobre las cosas naturales para percibir alguna radiación de su perfección suprema, pero esos elegidos, no encontrarán palabras para pronunciar en lenguaje vulgar, la visión inmaterial que les ha hecho estremecer. Ellos pueden explicar a la humanidad las causas secundarias de las creaciones que pasan bajo sus ojos como imágenes de la vida universal, pero la causa primaria queda velada y no llegaran a comprenderla más que atravesando la muerte.

Hermes representa además las tres dimensiones de la tradición sapiensa antigua, la religión egipcia y la filosofía griega, las cuales conforman las enseñanzas herméticas que se van definiendo en las diferentes etapas o aproximaciones al hermetismo. Esta tradición se produce en tiempos helenista tras las conquistas de Alejandro Magno, cuando florecen en el mundo griego por primera vez estas sabidurías reveladas, las cuales invocan la autoridad de los textos sagrados, los oráculos caldeos, los magos persas, el resurgimiento del pitagorismo y el orfismo.

A partir del siglo II d.C., en concurrencia con la iglesia, las escuelas gnóstica, en el norte de África y en Egipto, lo que más éxito tiene allí, es precisamente el Hermetismo que toma la forma de unos textos, la mayoría de ellos de forma dialogal. Son muy interesantes no solo por las doctrinas sino por iluminar el ambiente, la religión, y el cosmos, de la antigüedad tardía; por la trascendencia y la recepción que han tenido en los grandes pensadores de la historia como Platón, Eurípides, los padres de la iglesia, teólogos medievales del siglo XVI, los cristianos, los árabes, los humanistas, filósofos platónicos, es tanta su influencia que inclusive los filólogos del siglo XX han puesto los textos herméticos, el ocultismo, el cosmos en el centro de sus discusiones.

Según antiguas crónicas, en la famosa biblioteca de Alejandría durante el reinado de la última dinastía de los Ptolomeo se guardaban de Hermes, el más sabio maestro de la antigüedad 42 libros esotéricos que resumían todas de las sabidurías de las edades. Más a raíz del desembarco de la armada romana dirigida por Julio César en el puerto de Alejandría, y que desemboco en la inmensa catástrofe del gran incendio que asoló dicha biblioteca, no se pudo recuperar sino algunos fragmentos que se suponen, son derivadas de fieles traducciones griegas efectuadas por escribas y eruditos por encargo de los Faraones Ptolomeos. Estos son el Pimander, el Kybalion, ciertos libros de poemas sueltos y el libro a la salida de la luz del día, mas conocido como el libro de los muertos, por haberse encontrado ejemplares de él dentro de sarcófagos de momias de destacados egipcios. Otros fragmentos sueltos proceden de citas de las que fueron depositarias diversas escuelas de la época: gnósticas, filosóficas, platónicas, herméticas o eclécticas, acogidas todas en Alejandría, y más tarde agrupadas e interpretadas bajo el título genérico de libros del Toth Hermes. Tales libros del Toth circularon profusamente durante el período de dominación romana por los tres continentes África, Europa, y Asia, cercana bajo el lema de Corpus herméticum, en traducciones latinas, la que unida a la griega y a otras de procedencia árabe, egipcias, en lengua popular, han llegado hasta nuestros días.

La línea esencial de toda la ideología hermética es la afirmación básica de un solo e inmenso Dios y de una sola religión raíz, científica y filosófica a la que servían sabios moral y espiritualmente excelsos, y al que no se podía encanar tan elevada doctrina en quien no estuviera dotado de verdadera experiencia espiritual, así lo justifican los sabios herméticos. De ello se infiere que las verdades herméticas no podían transferirse integralmente más que a través de un auténtico y probado merecimiento, la senda más perentoria del tal logro era el conocimiento, pero no a través de estudios mentalizados, sino de la llamada mente iluminada o superior, lo que pudiéramos llamar intuición adherida al supra racionamiento, traducido por Nous, por griegos y exegetas hermenéuticos.

La opinión de los antiguos respecto a las enseñanzas de Hermes se objetiva en ésta imagen: Es una puerta abierta a una dilatadísima perspectiva de praderas verdes, inmensa, llena de sol y de preciosas flores multicolores. Esa maravillosa puerta abierta a lo desconocido y cuyo alto mirador franqueaba en los escritos de Hermes, constituía el gran aliento vital, el aliento del espíritu de toda agrupación humana selectiva cuya finalidad era la investigación de la verdad en el hombre y en el cosmos, y su divisa común: la famosa frase de la llamada tabla esmeraldina del propio Hermes: como abajo así es arriba, como arriba así es abajo. De ese modo, el fundador de la religión y filosofía poniendo en juego el estudio y la experiencia profunda y directa a través de la súper mente y del espíritu, alimentó desde aquella remota época todo empeño del hombre en atisbar las esencias reales de la vida divina, así en el interior del propio individuo como en el universo en todas sus trascendencias y sus misterios. Hijos de la sabiduría hermética fueron los mensajes espirituales de Persia, Siria, Judea, Anatolia, Grecia y otros nacidos y derivados de esa semilla espiritual depositadas en las fecundas aguas del Nilo.

Todas las civilizaciones antiguas tienen por lo tanto la misma fuente, porque desde Egipto Hermes paso a Grecia apoyado en su trascendente mitosofía, y aportando en ella todo su bagaje de sabiduría. Por el Delta del Nilo se derramó el mensaje profundo y legendario del 3 veces grande, desde Alejandría a todo el mediterráneo. Parece que hubo una obra llamada el Libro de los alientos o de las respiraciones, cuyas ciencias enseñó el gran Hermes, desapareció por las catástrofes, guerras, fanatismo e ignorancia, y la falta de comprensión posterior, cuyas enseñanzas se recogieron en la India, divulgadas por el Hatayoga y en su más trascendente efectividad a través de Raja yoga o Yoga Real. De todos modos, también en occidente existen testigos fidedignos de estas específicas enseñanzas del maestro egipcio y de su importantísimo libro.

Meá el gran escritor hermetista del siglo antepasado realizó un exhaustivo estudio de las obras herméticas, nos dice a propósito de ellas, que llego a la conclusión, que tales obras originan en otro Hermes, predecesor del 3 veces grande, un Hermes antiquísimo, anterior al diluvio, o sea, anterior al hundimiento de la Atlántida. Esto confirmaría el aserto de que la sabiduría, la ciencia, las artes, todas del primitivo Egipto, tan extraordinariamente avanzadas, les fueron legadas por los Atlantes antes del hundimiento. Los datos más precisos se encuentran grabados en un pilón de piedras de una de las más antiguas construcciones de Egipto.

Es por esto que Las enseñanzas herméticas constituyen una síntesis de verdades perennes. Los sabios que han dejado fe de las originarias enseñanzas de Hermes y de los mencionados principios fueron Magmezón, Cicerón, Herodoto, Plinio, Anmiano, Josefo, así como muchos otros. Al sucederse las épocas y las dinastías en las orillas del Nilo, se fueron encontrando fragmentos de los libros de Toth en inscripciones de origen antiquísimo, sobre todo en el interior de las criptas secretas de los grandes templos, especialmente en las cercanas al delta donde florecieron los primeros núcleos de civilización egipcia no lejos de las esfinges y de las pirámides.

En el cercano Oriente se conocieron durante muchos siglos dichas verdades compiladas en cuya obra llevaba por título La Profecía de Hermes. Las enseñanzas herméticas lograron un inmenso auge con la extensión del Platonismo en el mundo culto. Durante el esplendor de la civilización griega que nació entreverada con la civilización egipcia, también parece que las enseñanzas herméticas constituyeron el trasfondo del ideario de la escuela estoica, lo que da a entender su fuerza y su importancia y la cosecha de su poderosa siembra eficaz en el mundo antiguo, así como la su trascendental raigambre, reconocida en el campo de las ideas madres y de la conducta del hombre superior.

Como hemos insinuado al comienzo, fueron los griegos ilustres los que tradujeron pulcra y fielmente las enseñanzas herméticas, haciendo que sobrevivieran y se difundieran en el mundo antiguo después de la gran catástrofe del incendio de la biblioteca y la desaparición de la escuela de Alejandría. Estas traducciones fueron citadas posteriormente, traducidas al asirio, al árabe a diversas lenguas asiáticas hasta llegar a nuestros días y a nuestra época, la que está en trance de renacer espiritualmente al iniciarse un nuevo ciclo zodiacal de civilización a nivel mundial: la era de Acuario, porque debido a la acción de ésta Ley cíclica, a sus ondas de avance y aparente retroceso, y de acuerdo a estas raíces cíclicas que alimentaron edades y que constituyeron la divina herencia del mundo de todos los tiempos.

Parece ser que la postrera dinastía egipcia de faraones, la de los Ptolomeos, fomentó excepcionalmente el estudio y la fiel versión a varios antiguas idiomas de las obras herméticas. En las aulas de Alejandría, en su biblioteca y museos, sostenidos por los faraones había centenares de escribas consagrados a la copia manual de tales primitivos códices allí depositados, archivados como joyas auténticas del saber en los anaqueles del más destacado centro cultural del antiguo mundo.

Consta en las antiguas crónicas dispersas, que los libros de Hermes fragmentariamente salvados, constituyeron después el alimento espiritual de filósofos, de profetas, pedagogos, investigadores, poetas y místicos de todos los países y en todas las lenguas cultas conocidas.

Con respecto a los libros herméticos cita Duncan un pasaje de Frein Sirios, en el que decía que en el año 365 d.C. existían varios libros de Hermes en Siria, sin duda traducidos del griego o del latín. Otros afirman que los primeros musulmanes protegían las sectas de los herméticos y que en ellos se inspiraban sus libros, lo cierto es que hasta el siglo VIII podían encontrarse en Siria varios fragmentos. El escritor hermético Scoot, afirma que en el siglo XI una copia de tales libros pasó a Constantinopla, entonces la capital del Cristianismo, esta copia al parecer llego mas tarde a Florencia centro del renacimiento de todas las culturas clásicas, especialmente impulsado por la hegemonía d los Medici y de su escuela neoplatónica, la que atrajo a los mejores talentos asiáticos cuando los turcos invadieron Constantinopla.

Posteriormente autores ignorados difundieron los libros de Hermes en forma fragmentaria y tal vez mistificada como diálogos breves entre Hermes y su hijo discípulo Tat, dos de tales fragmentos dialogados eran conocidos como enseñanzas de Isis o su hijo Horus, según los críticos antiguos tales diálogos eran los mejores porque constituían una tradición fiel del antiguo original egipcio, lo que es dudoso. Sin embargo en tales diálogos no se advierte el influjo gnóstico o hebreo, ni tampoco las tendencias de otras escuelas de la época Alejandrina. De acuerdo con este aserto parece que las obras de Plutarco sobre Isis y Osiris y los mismos escritos de Manezón, el favorito del segundo Ptolomeo, se inspiran en los textos herméticos directos que alimentaron a su vez las copias sucesivas. De todos éstos libros herméticos vulnerados en parte su sentido original a través del tiempo y las excluyentes tendencias ideológicas, el conocido como Asclepio es de la máxima importancia para los estudiantes de hermetismo, a pesar de las naturales corrupciones. Parece que su mejor parte ha sido compilado bajo el título de Bimander, y que ha conservado bastante bien su aliento original merced a haber sido cuidadosamente traducido al demótico o lengua jeroglífica popular en las postrimerías de la gran civilización egipcia.

Extractado de libros sagrados de Hermes Trismegisto.

En nuestro próximo Postcad a través del Kybalión, obra maestra de Hermes Trimegisto, tocaremos los principios de las enseñanzas herméticas, las cuales nos conducen a las puertas del Templo del Misterio a través de las Doctrinas secretas.

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